Aunque la mayoría de la gente sabe que el llanto es habitual en bebitos y niños pequeños que aún no han desarrollado habilidades lingüísticas, muchos padres de alumnos de los primeros grados de primaria se sorprenden de la frecuencia con la que su hijo o hija sigue llorando. A muchos también les cuesta responder con delicadeza a esas grandes emociones y sienten frustración cuando intuyen que van a llorar.
Pero lo cierto es que el llanto en la niñez, al igual que en la etapa de bebé, puede ser una comunicación o una forma de liberar emociones. Sigue leyendo para saber qué debes hacer la próxima vez que tu pequeñín de primaria empiece a llorar
Reconoce el llanto como comunicación
Cuando era bebé, quizá entendiste que su llanto significaba que podía tener hambre, sentir cansancio, incomodidad o miedo. Este llanto era comunicación y te ayudaba a ser consciente de que necesitaba algo. A medida que los niños crecen, puede ser tentador pensar que deben usar la palabra cada vez que tienen una necesidad. Aunque quizá lo hagan la mayor parte del tiempo, aprender a comunicar los sentimientos puede ser una tarea que dure toda la vida.
Cuando llore, reconoce que te está diciendo algo, igual que cuando era bebé. No te apresures a resolver el problema, pero respira un poco y prepárate para sentarte a su lado mientras averiguas lo que necesita
Comprueba lo básico
Cuando los niños lloran (enlace en inglés), suele significar que experimentan malestar físico, frustración emocional o sensación de agobio. A menudo, el llanto o la crisis se producen cuando ya tiene mucho cansancio, hambre o incomodidad.
Primero, siéntate a su lado y hazle saber que cuenta contigo. Una vez que se haya calmado un poco (a menudo tu presencia y atención le aliviarán mucho), trata de satisfacer sus necesidades básicas antes de entrar en conversaciones más profundas. Un vaso de agua, una merienda rica en proteínas y una preguntita para asegurarte de que están cómodos pueden ayudar mucho.
No le temas a las grandes emociones
Muchos de los padres y cuidadores hoy en día crecieron con sus propios padres diciéndoles «deja de llorar» o «hazte el fuerte» o «que ya se te pase». Aunque sabemos que estas respuestas pueden ser perjudiciales, puede ser difícil reconfigurar nuestro cerebro para que acepte nuestras emociones y las de los demás, incluidos nuestros hijos. Si necesitas respirar profundo unas cuantas veces antes de responderle, hazlo.
No te precipites
A menudo, los padres quieren detener el llanto lo antes posible, ya sea porque no les gusta verle disgustado o porque quieren que todo parezca tranquilo y fácil. Puede ser útil hacer una pausa y recordar que cada vez que un niño te muestra sus emociones es una oportunidad para que practiques manejar los grandes sentimientos.
En lugar de intervenir para resolver el problema, trabaja con tu hijo o hija para entender qué es lo que en realidad va mal y qué medidas puede tomar para mejorarlo. A veces, no se puede hacer nada para mejorar la situación, como cuando un ser querido se muda. En estas situaciones, puede ser valioso ayudarles a aprender a sentarse con la tristeza, el enojo o cualquier sentimiento que haya provocado las lágrimas y a pensar en formas de afrontar los grandes sentimientos.
Responder a los grandes sentimientos de nuestros hijos es una de las partes más importantes, y más duras, de la crianza. Respirar profundo unas cuantas veces y recordar que somos su lugar seguro puede ayudarnos mucho a manejar con calma sus grandes sentimientos. Respira, ¡tú puedes!