Todos sabemos que los «terribles dos» (o los «estupendos dos», según lo mires) suelen estar plagados de rabietas. Desde las crisis en la cola del supermercado hasta los ataques de desesperación cuando llega la hora de irse de su lugar favorito, estas grandes muestras de emoción son normales y esperables en los niños pequeños. Cuando los niños llegan a la escuela primaria, las rabietas deberían ser solo un recuerdo… ¿no? Resulta que las rabietas duran mucho más tiempo de lo que muchos pensábamos cuando nos apuntamos a esto de la parentalidad.
A medida que crecen, es probable que las rabietas sean cada vez menos frecuentes, pero también es probable que se produzcan de vez en cuando. Por lo usual, las rabietas son el resultado de algún tipo de estrés subyacente y, a continuación, de una causa que desencadena el suceso.
El estrés subyacente puede incluir cosas como el cansancio, el hambre, el miedo o la soledad. Y una causa puede ser algo como no tener la merienda que quieren, que les pidan que apaguen un programa favorito o no poder encontrar sus zapatos. Estas causas serían, si no hubiera estrés subyacente, algo que podría manejar. Sin embargo, con el estrés subyacente, su capacidad para manejar las grandes emociones (decepción, frustración o ira) se disipa y se encuentra en plena crisis.
Si estás luchando contra rabietas de niños grandes, sigue leyendo para saber qué puedes hacer para ayudarle a sentirse mejor y frenar las crisis.
Intentar evitar (o al menos ser consciente de) el estrés subyacente
Toma nota de cuándo tiende a tener rabietas. ¿Es cuando baja del autobús y lleva horas sin comer nada? Si es así, ten una merienda preparada y anímale a comer antes de hacer cualquier otra cosa. ¿Es después de ese entrenamiento del equipo deportivo a última hora de la tarde? Si es así, intenta encontrar una oportunidad más temprana para que no esté tan agotado.
Toma el control de las causas
No puedes controlarlo todo y no deberías andar con pies de plomo, pero si sabes que ya siente mucho estrés por la cita con el médico que tiene más tarde, puede que no sea el mejor momento para pedirle que limpie su habitación. Del mismo modo, si sabes que tiene hambre, siente cansancio o agobio, haz lo posible por simplificar las cosas hasta que se le pase el estrés subyacente.
No intentes dar una lección en medio de una rabieta
Aunque todos queremos que sean capaces de manejar sus emociones, en medio de una rabieta no es el momento de intentar enseñarles ningún tipo de técnica nueva para hacerlo. Si quieres enseñarles cosas como respirar profundo, trasladarse a un espacio tranquilo o golpear una almohada para aliviar su frustración, debes hacerlo cuando no se sientan abrumados o ya alterados. Una vez que les enseñes y practiques estas habilidades unas cuantas veces, puedes empezar a recordarles que las utilicen cuando estén molestos.
Presencia y paciencia
A veces, solo tienes que estar presente y ser paciente mientras atraviesa sus grandes emociones. Siéntate a su lado y hazle saber que estás disponible y escuchando mientras desahoga sus frustraciones.
Pide ayuda si sientes que las cosas se te van de las manos
Si sientes que sus rabietas se están apoderando (enlace en inglés) de la vida de tu familia, se producen cada vez con más frecuencia o duran más que las rabietas de otros niños de su edad, no está de más que consultes al pediatra. Aunque las rabietas a esta edad pueden ser del todo normales, también pueden ser un signo de problemas subyacentes como el TDAH. Si te preocupa algo, informa al proveedor de atención médica de lo que le ocurre y pregúntale si te recomienda alguna otra evaluación.
Las rabietas a cualquier edad no son divertidas, pero cuando nuestros pequeñines están en la escuela primaria también representan una oportunidad para ayudarles a aprender a manejar los grandes sentimientos. La próxima vez que tenga una rabieta, respira profundo y recuerda que está aprendiendo, creciendo y dando lo mejor de sí mismo, ¡y que acabará superándola!